Si usted viste como un pordiosero, sea comprensivo con la gente que no reconozca a primera vista su condición de príncipe. Los valores intrínsecos a veces resultan inextricables y si es cierto que no hay ética sin estética, empecemos por tener en cuenta aquello de que la primera impresión cuenta. Y mucho.
En las instalaciones de algunas empresas todavía se pueden ver antiguas notas internas relativas a nombramientos de gente que ya no forma parte de la plantilla. A modo de pergaminos, estos papeles se reparten en un paisaje aceitoso, especialmente alrededor de las máquinas expendedoras de café, mezclados con notas sindicales, pósters de equipos de fútbol de tiempos mejores y de alguna que otra señorita que, si nos guiamos por el estilismo, deben haberse prestado a posar pasando frío hace ya unas décadas. También hay algún que otro corcho en el que además se pinchan, a modo de ingredientes de ensaladas informativas, ofertas de compraventa de vehículos de todo tipo, cuestaciones para celebrar nacimientos o regalos de despedida y ocasiones de alquiler de pisos de veraneo. La dirección también puede reservarse una especie de armaritos acristalados bajo llave en el que intenta publicar de forma superpuestas sus notas, tal vez algo amenazadoras, respondiendo a lo que considera soflamas sindicales. Hay debates que permanecen vivos en papeles ajados varios años después de haberse muerto en los despachos
En estas empresas, cuando tienen un cierto tamaño, un trabajador novel difícilmente podía llegar más lejos de su puesto, salvo acompañado o preguntando por el camino, porque no hay ninguna indicación que indique el itinerario.
Señales externas, directorios en la entrada de los edificios e identificadores de áreas, salas de reuniones y despachos, editables, por aquello de los cambios necesarios o indeseables, permiten a los profesionales no convertirse en odiseos por los senderos corporativos. Si ello está diseñado de una forma coherente y profesional, cualquiera que visite las instalaciones obtendrá la impresión de que se encuentra en una factoría moderna, eficaz, y no perdido en un cuadro de El Bosco o, menos artísticamente, en un taller de los años cincuenta del siglo pasado.
Una buena señalética y unos tablones de anuncios ordenados, físicos o, deseablemente, digitales, ayudan a encontrar un camino seguro y una información útil. También son reflejo de que unas ideas ordenadas contribuyen a saber hacia dónde quiere dirigirse una corporación y, al mismo paso, las personas que la caminan.
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