“No guru, no method, no teacher” era el título y estribillo de una gran canción de Van Morrison. Parece que había tenido alguna que otra experiencia excesiva con sustancias varias a la vez que con sanadores de espíritu tras vivencias de diferentes colores descontrolados y decidió que lo mejor era no creerse mucho lo que lo decían y tomar su propio camino.
¿Podemos aplicar este estribillo a nuestra comunicación corporativa? En este ámbito hay algún que otro maestro, bastante gurú y diferentes métodos. Al gran Van “the man”, enfadado a tiempo completo, no le ha ido mal. Pero el vive de su talento y de su voz y todo le sonaba a lo mismo. Nosotros, que no somos tan artistas, tenemos que afinar un poco más.
He visto a un gurú hacer levitar emocionalmente a una buena cantidad de gente al unísono, pero en cuanto desaparecía la fascinación de su relato, todos volvían a dar con las posaderas en el suelo de sus miserias. Les hacía llorar con el relato de una niña con cáncer que, ahí estaba el elemento catártico, no era la hija del oyente. El charlatán sabía muy bien que no hay como pensar en los males ajenos para no quejarse de la bonanza relativa propia. El poder del gurú en ese momento sólo es comparable a la grandeza de su tarifa y la estulticia de quien le contrata. También depende de la comisión o de que alguien se quiera promocionar ante el conjunto de ilusos.
El maestro, a nuestros efectos, debe ser el profesional que ayude a una organización a adoptar un método propio que le sirva para sus propósitos. El gurú es el tipo al que sólo le importa crear un cierto ambiente de fascinación que le sirva para dar el próximo salto hacia el siguiente pipiolo. El profesional, el maestro, tiene un perfil más modesto y no es un engañabobos porque contribuye a que el alumno vaya descubriendo las soluciones a sus necesidades de manera ordenada, estableciendo unas bases para que todos los actores de la clase, de la empresa, adquieran el conocimiento y los hábitos para desarrollar con el tiempo una sana práctica de la comunicación corporativa. Y eso sólo se hace con método, que se trabaja con el maestro, que es cualquier cosa menos un gurú.
Así que, aprendiendo en parte del gran Belfast Cowboy, hacemos nuestro otro estribillo: no guru, pero sí master y method… La verdad es que el gran y avinagrado Van no siempre da en la tecla, aunque incluso cuando desafina, con Sinead O´Connor, por ejemplo, lo hace con arte.
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